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convertirlo a él mismo en un demonio, pues era totalmente imposible de controlar.
¡Aaah! Es demasiado. ¡Demasiado!
Se agitó, angustiado, mientras la esencia demoníaca de la vida se vertía sobre él y aquella cosa de aspecto felino
rugía y moría.
Luego, desapareció, y Elric se quedó respirando con dificultad sobre la arena, mientras el cadáver de la bestia se
desvanecía gradualmente hasta desaparecer por completo, regresando al ámbito del que había sido convocado.
Durante unos pocos segundos, Elric deseó seguirla hasta sus regiones ignotas, pues la energía robada amenazaba
con derramarse fuera de su cuerpo, abrirse camino con un estallido para surgir de su sangre y de sus huesos. No
obstante, los viejos hábitos le permitieron luchar por controlar ese deseo hasta que pudo recuperar el dominio sobre
sí mismo. Empezó a incorporarse lentamente del suelo cuando oyó el ruido de unos cascos que se aproximaban.
Se dio media vuelta, con la espada preparada, y se dio cuenta entonces de que se trataba del mismo viajero que
antes había intentado ayudarle. Tormentosa no experimentó ningún sentimiento ante la situación y se agitó en su
mano, dispuesta a cobrarse el alma de este amigo con la misma facilidad con que robaba el alma de los enemigos
de Elric.
¡No! gritó el albino obligando a la hoja a regresar a su funda. Sentía náuseas a causa de la energía vertida
por el demonio, pero consiguió hacer una grave inclinación de saludo ante el jinete que acudió a su lado . Os
agradezco vuestra ayuda, extranjero. No había esperado encontrar un amigo tan cerca de Quarzhasaat.
El joven lo observó con una expresión de simpatía y buena voluntad. Tenía unos rasgos asombrosamente
agraciados, con unos ojos negros llenos de humor en su carne negra y reluciente. Sobre el cabello corto y
ensortijado llevaba una gorra en forma de calavera decorada con plumas de pavo real, y la chaqueta y los calzones
parecían hechos de terciopelo negro bordado con hilo de oro, sobre los que portaba una capa con capucha de color
pálido, del modelo habitualmente usado por las gentes del desierto en estas regiones. Se acercó lentamente a lomos
de la montura jorobada y de aspecto bovino que tenía cascos hendidos, una cabeza ancha y una joroba maciza sobre
los hombros, como los de cierta especie de ganado similar que Elric había tenido oportunidad de observar en los
pergaminos que representaban el Continente Meridional.
Del cinto del joven pendía un bastón ricamente tallado, con un mango curvado, que debía de tener la mitad de
su propia altura, y de la otra cadera le colgaba una sencilla espada de empuñadura plana.
¡Yo tampoco había esperado encontrarme por aquí con un emperador de Melniboné! dijo el hombre con
regocijo . Yo os saludo, príncipe Elric. Me siento muy honrado de conoceros.
¿No nos hemos visto antes? ¿Cómo conocéis mi nombre?
Oh, esa clase de trucos no son nada para alguien de mi oficio, príncipe Elric. Me llamo Alnac Kreb y me
dirijo al oasis conocido con el nombre de la Flor de Plata. ¿Regresamos a vuestro campamento, junto a vuestro
caballo? Me alegra deciros que no ha sufrido daño alguno. Qué poderosos enemigos tenéis para haber enviado
contra vos a un demonio tan nauseabundo. ¿Acaso habéis ofendido de alguna forma a los Aventureros Brujos de
Quarzhasaat?
Así lo parece. Elric se situó al lado del recién llegado y ambos regresaron andando hacia el Camino Rojo
. Os estoy muy agradecido, maese Alnac Kreb. Sin vuestra ayuda sería ahora un cuerpo y un alma absorbidos en
esa criatura, que me habría hecho regresar al infierno de donde surgió. Pero debo advertiros que existe el peligro de
verme atacado de nuevo por quienes lo enviaron.
No lo creo, príncipe Elric. Sin duda alguna estaban convencidos de su éxito y, lo que es más, no deseaban
tener nada que ver con vos una vez que se dieron cuenta de que no erais un mortal corriente. Vi a un grupo de ellos,
pertenecientes a tres sectas distintas de ese desagradable gremio, que cabalgaban rápidamente de regreso a
Quarzhasaat hace apenas una hora. Al sentir curiosidad por saber de qué huían, vine hacia aquí. Así fue como os
encontré. Y me alegro de haberos servido de pequeña ayuda.
Yo también me dirijo al Oasis de la Flor de Plata, aunque no sé muy bien qué esperar allí. A Elric le
empezaba a gustar este hombre joven . Me alegrará contar con vuestra compañía durante el resto del viaje.
Me siento realmente muy honrado por vuestra generosa oferta.
Sonriente, Alnac Kreb desmontó de la extraña bestia y la ató cerca de donde se encontraba el caballo de Elric,
que empezaba a recuperarse de su terror, aunque todavía no se había tranquilizado del todo.
No quisiera fatigaros más por esta noche, señor añadió Elric , pero siento mucha curiosidad por saber
cómo habéis adivinado mi nombre y mi raza. Habéis hablado de un truco propio de vuestra profesión. ¿Me permitís
preguntaros cuál es esa profesión?
Pero ¿cómo? contestó Alnac Kreb, sacudiéndose el polvo de los pantalones de terciopelo . Creía que ya
lo habríais imaginado... Soy un ladrón de sueños.
4
Un funeral en el Oasis
El Oasis de la Flor de Plata es algo más que un simple claro en el desierto, como no tardaréis en descubrir
dijo Alnac Kreb humedeciéndose delicadamente su agraciado rostro con un pañuelo ribeteado de resplandeciente
encaje . Es un gran lugar de encuentro para todas las naciones nómadas, y allí se intercambian muchas riquezas.
Se ve frecuentado por reyes y príncipes. En ese lugar se acuerdan y a menudo se celebran matrimonios y otras
ceremonias, se toman grandes decisiones políticas, se confirman alianzas y se establecen otras nuevas, se
intercambian noticias y se permutan toda clase de cosas. No todo es convencional, no todo es... material. Se trata de
un lugar vital, a diferencia de Quarzhasaat, que los nómadas visitan de mala gana, sólo cuando así lo exige la
necesidad... o la avidez.
¿Por qué no hemos visto todavía a ninguno de esos nómadas, amigo Alnac? preguntó Elric.
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