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Aquel hombre era muy especial. Un hombre del que se había enamorado más
allá de lo que se podía expresar con palabras o con razonamientos. Quería refugiarse
en sus brazos y olvidarse de todo lo demás, pero sabía que no iba a ser posible.
Cuando cerraba los ojos, las pesadillas que estaban al acecho afloraban a la
superficie. Veía una casa en llamas, un infierno negro lleno de humo y llamas, y ella
intentaba gritar pero no lo conseguía, y tenía que ver cómo la casa de su familia ardía
hasta consumirse. Era un sueño que había tenido de modo recurrente tras el
accidente, pero que en aquella ocasión incluía una variante: al mirar a la ventana:
veía a Kyle mirándola con expresión acusadora un instante antes de que las llamas lo
devoraran.
Esperó a que se le pasaran los nervios y con cuidado se levantó de la cama para
llamar a Donald.
Él contestó enseguida e inmediatamente notó su tensión.
¿Qué pasa?
Creo que ya es hora de que saquemos a Kyle de esta situación le dijo con
decisión.
Hubo una breve pausa.
Estoy de acuerdo, pero tengo la impresión de que hay algo entre vosotros.
Y lo hay, pero éste no es el momento. Kyle ya me ha dado demasiado, y
merece recuperar su vida. ¿Han presentado por fin cargos contra él?
No. Ya me he ocupado yo de eso.
En ese caso, no hay razón para que no pueda volver a su casa.
Escaneado por Marisol F y corregido por SCC Nº Paginas 108-130
Barrer, Becky El riesgo del amor
Sería lo mejor. En este momento, no puedes permitirte distracciones.
Pensar que iba a marcharse le encogió el corazón, de modo que sugirió un
método más sencillo.
No voy a darle a elegir.
Anda, dime lo que estás pensando.
Voy a ser yo la que se marche. Tomaré la carretera de la costa.
Rianna no mencionó su destino por teléfono, pero Donald sabría de qué lugar
hablaba.
Margaret Wilding había sido su madre de acogida durante un tiempo antes de
que los Sullivan se hicieran cargo de ella. Margaret no tenía hijos, pero era tía de un
montón de sobrinos postizos. Su casa siempre había sido considerada como un piso
franco alternativo, puesto que no tenía ninguna conexión con la Agencia.
¿Te vas a llevar mi coche?
Si no te importa&
No hay problema. Llévate a Payne contigo. Es joven y no le importará estar
fuera unos días. Además es un chico listo y de toda confianza. Yo mismo lo
informaré del cambio de planes.
Al recibir su sello de aprobación, volvió a sentir ganas de llorar, pero no iba a
hacerlo. Era una profesional y aquélla era una decisión profesional.
Gracias, Donald dijo, aclarándose la garganta . No te imaginas cuánto
significa para mí.
Tú sólo ocúpate de cuidarte y llámame cuando hayas llegado. No corras
riesgos, y no te preocupes por Tremont. Yo me ocuparé de él.
Siento dejarte a ti bailar con la más fea, pero prefiero irme sin que él lo sepa.
Intentaría convencerme de lo contrario y me complicaría mucho las cosas.
Ya lo iba a pasar bastante mal dejándolo. Se sentiría herido en su amor propio,
enfadado y defraudado porque hubiera tomado aquella decisión por su cuenta, pero
necesitaba saber que estaba a salvo, que volvía a su casa para reconstruirla y para
volver a poner en marcha su vida.
Déjale una nota para que no se asuste cuando vea que no estás. Ya se lo
explicaré yo todo cuando llegue.
Se va a poner furioso.
Ya lo sé. La verdad es que lo entiendo. Además, ya he sido blanco de su rabia
antes y he sobrevivido. Forma parte de mi trabajo.
Rianna volvió a darle las gracias y colgó. El peso de su decisión era enorme,
pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Era la única solución. No podía
arrastrarlo a meses, incluso años de batalla legal para llevar a Gregory ante la justicia.
Debía darle la opción de elegir.
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Barrer, Becky El riesgo del amor
Tras hacer en silencio la maleta se tomó un minuto para estudiar su silueta en la
cama, y con el corazón en un puño, salió de la casa en la oscuridad.
Kyle se despertó cuando el sol inundaba ya el dormitorio. Abrió los ojos
despacio y los entornó para protegerse de la luz deslumbradora. Hacía meses que no
dormía tan profundamente. Se estiró.
Su erección de las mañanas cobró forma y sonrió, pensando en la dulce y
apasionada mujer que tenía al lado.
Entonces fue cuando se dio cuenta de que no estaba en la cama. Una pena,
porque se había aficionado a tenerla en sus brazos al despertar.
Apartó la ropa de la cama y fue al baño, esperando encontrarla allí. No se oía
correr el agua, pero de todos modos entró. A lo mejor ya se había duchado y
necesitaba ayuda para secarse.
Pero el baño estaba vacío, y Rianna no parecía haberse duchado aún. Se cepilló
los dientes, se lavó la cara y vestido con unos pantalones de deporte siguió el aroma
del café recién hecho hasta la cocina. Debía de estar preparando el desayuno.
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